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Como parte de Expedición Baja: Laboratorio de híbridos, visité el Cañón de Guadalupe para explorar este oasis escondido en el desierto. Caminé entre formaciones rocosas imponentes, aguas termales y palmas que brotan en medio de la aridez. Observé cómo la vida se adapta a condiciones extremas: plantas resistentes, insectos casi invisibles, huellas que cuentan historias. Registré sonidos, texturas, colores y patrones, pensando en cómo este ecosistema podría transformarse en el futuro. Esta excursión fue una forma de acercarme al paisaje desde la curiosidad y la especulación, imaginando posibles adaptaciones frente al cambio climático y la presencia humana.

Agradecimientos especiales.

A mi mentor David Escalante, a Karina Abdusalamova, Angela Ferrari y Megan Marsh que me acompañaron en las expediciones, a Araceli Saavedra (INEGI), Iliana Muñoz (UABC), Adrian Macias (CICESE), Stephannie Lozano (CICESE), Rodrigo Méndez (CICESE), Sara Ceccareli (CICESE), Salvador A. Velazco Espinoza (Cataviña), Mario Loya (Cañón de Guadalupe), Dr. Francisco Javier Aranda Manteca (Geólogo miembro del Consejo Nacional de Paleontología del Instituto Nacional de Antropología e Historia), a Karla (Pétalos y Miel), Osmar San Miguel (Km1), Ian (Caracol Museo de Ciencias), Cathia Cuevas y Jorge A. Roman, a mis padres, al codirector de Sala de espera (https://saladespera.cargo.site/) Luis Alonso Sánchez por su apoyo incondicional y a todos quienes me ayudaron con ideas y recomendaciones.

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